LA VANGUARDIA
JOSÉ MANUEL NAREDO (17/07/2005)
(17/07/2005)
Los distintos gobiernos españoles vienen promoviendo desde hace un siglo obras hidráulicas en nombre del interés general sin lograr satisfacer las exigencias de agua de la población ni tampoco erradicar los efectos nocivos de la sequía, pero, eso sí, deteriorando a conciencia la hidrología del país y sus ecosistemas asociados. Hay que pensar -y hacer-algo distinto.
Para ello, de entrada, cabría preguntarse dónde está la clave de tanto desaguisado. Pues muy sencillo, que al haberse promovido la oferta de agua subvencionada se han desatado estilos de vida y actividades cada vez más exigentes en agua, que a su vez, ha inflado la escasez y los negocios relacionados con ello.